22/09/2011
El ganador de nuestro concurso Facebook nos cuenta su experiencia con el Q5
Emprendí mi viaje hacia tierras del Sur. Lo probé por todo tipo de terrenos existentes. Por carretera. Tenía que andar con cuidado y controlar el pie del acelerador, Por campo. “¿Notas los baches?”, le decía a mi copiloto… “¡NO! ¡Esto es increíble!”
Verano en un Q5
Qué ilusión el momento de aquella llamada un miércoles cualquiera de julio a las 5 de la tarde. “El Q5 es tuyo”, me dije a mí mismo. Tanto esfuerzo había puesto en este concurso, tantas horas consiguiendo votos, que por fin se veían recompensados con tan grato placer de conducir un coche como este.
El 29 de agosto pude disfrutar por primera vez de él. Blanco reluciente, lo cual no me convencía mucho al principio, pero me dije, “¡qué narices, coche nuevo!“ Y ya se sabe que… a caballo regalado, no le mires el diente. Dejando detalles sin importancia a un lado, estaba muy contento. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que estrenaba un coche.
El mismo día en que me entregaron el coche, emprendí mi viaje hacia tierras del Sur. Lo probé por todo tipo de terrenos existentes. Por carretera. Tenía que andar con cuidado y controlar el pie del acelerador, porque no te enteras, y de repente te pones en 160 km/h sin despeinarte. Por campo. “¿Notas los baches?”, le decía a mi copiloto… “¡NO! ¡Esto es increíble!”, me respondía Carla sorprendida.
Llego a la playa. Todos mis amigos estaban por supuesto, como locos por verlo y deseando que les diese “la famosa vuelta” que prometí a cada uno a cambio de un voto. Bueno alguno prefería una cerveza o copa en su defecto que también les había prometido.
Aparcamiento en la playa. Como siempre me decía Carla, “un día vamos a acabar aparcando en la orilla”, porque he de decir que aparcaba en la arena, pero eso sí, sin preocuparme. No he tenido ni un solo problema en todo este mes para sacarlo de aquellas arenas.
Por lo demás el transcurso del verano fue normal. Tirando a notable. Días de mucho deporte, noches de fiesta, y un coche al que poco a poco me fui acostumbrando. Qué fácil es acostumbrarse a lo nuevo.
Después de dejar aguas gaditanas, partí hacia otra costa, esta vez Portugal. Aguas gélidas del atlántico y celebraciones varias que duraron un fin de semana muy movido. Siempre subido en “mi Q5”.
De vuelta a Madrid, el verano iba pegando sus últimos coletazos, y yo iba aprovechando mis últimas horas con “La Nevera”, así bautizamos al coche. El día 29 de agosto, muy a mi pesar, busqué las llaves (deseando no encontrarlas), me subí en el Q5, y me fui como cordero que va al matadero, a llevar el coche de vuelta al concesionario. Dije adiós rápidamente, y no eché la vista atrás.
Aún echo de menos este buen coche. Estoy muy agradecido de poder haber disfrutado de mis días de verano acompañado por un Q5. Estoy, de hecho, pensando en hacerme con uno, así que igual la historia… ¡aquí no acaba!